17.3.06

Realidades relativas.

Me desperté lentamente, sin abrir los ojos, como negándome a dejar ir un sueño placentero. Empiezo ahora a tomar conciencia de que estoy despierto, mi mente comienza a funcionar con normalidad, poco a poco voy redescubriendo que estoy en la cama y que tengo una reunión a las nueve, siento el sol en la cara y los ruidos de los coches afuera, se van borrando los últimos rastros del sueño. Alguien tras mis párpados intenta convencerme de que lo mejor será no abrir los ojos para sumergirse en el mismo Martes de la semana pasada, simplemente lo mejor será quedarse del otro lado, dar vuelta la realidad con permiso de la relatividad, dejar que fluya en mis manos para transformarse en la otra, la de sueño y ojos cerrados, la que esta bajo mi control, pero no puedo porque realidad hay una sola y que hay que levantarse para llegar a tiempo a la reunión.
Veo que no estás, que te has ido más temprano esta vez, mi mano palpa inútil la sábana a mi lado, giro un poco para asegurarme de que no te has refugiado en el borde como lo haces cuando discutimos, pero el frío helado me hace volver rodando a mi lugar con la epidermis semejante a la de una gallina. Así que esta vez es de verdad, te fuiste como siempre dijiste que harías, como te imaginabas cuando yo llegaba a la madrugada con olor a otra cama o cuando te acordabas de las buenas épocas. No sé en que momento te fuiste, pues apenas antes de despertarme sentí el calor de tu mano, lo sentí medio dormido como estoy siempre a la hora de despertarse, y aunque estoy seguro de haberte escuchado salir, sé que estuviste acá y apoyaste tu mano en mi hombro, y el recuerdo de tus labios sobre mi oreja y tu aliento son tan frescos, tan recientes, que no hay porqué pensar que no estuviste aquí antes de que me despertara.
Mantener los ojos cerrados es como no aceptarlo, y en realidad hace tanto que no los abro, que no acepto que te fuiste, que hace muchas mañanas que la cama a mi lado está fría; y aunque de noche me visites, me abraces y acaricies y yo te acomode el pelo detrás de la oreja, aunque mis labios besen lentamente tu cuello y mi mano baje por tu cintura y luchemos tiernamente hasta quedar atrapados entre las sábanas, a pesar de todo la noche se acaba y te vas antes de que me despierte, te inclinas sobre mí y me besas la oreja, me susurras un adiós o quizás un hasta la noche. Y a pesar que sé que todo es un sueño es mejor ignorar que hace más de veinte años que no te veo, olvidar que tus labios sólo han besado mi mejilla, que un abrazo ocasional fue el único contacto de nuestros cuerpos adolescentes. Es lo mejor sin duda, dejar que el olvido se encargue de todo y, ya sin estar seguro si lo hago o sigo soñando, abrir finalmente los ojos para encontrarte a mi lado con una bata larga y el desayuno en una bandeja.
Julian Pani, 17/03/06.

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