23.12.06

El vértigo de estar tan cerca

El cielo está tan estrellado, mi amor, aunque sea de día y esté nublado es tan linda la metáfora de las estrellas para recordar tus besos, o por lo menos tus labios resecos, porque ya no se si tus besos me pertenecieron, ya no se si te fuiste o es la maldita necesidad nostálgica que corre por mi sangre, la que a la vez corre por el piso de la bañadera o eso quisiera si te hubieras ido. Pero no, no te fuiste, tuviste el coraje de marcharte pero te quedaste por mí, porque yo no quiero dejarte ir, aunque hayas vaciado el armario y dejado la cama desecha, aunque nunca te haya tenido, no quiero dejarte ir.
Pero no transformemos esta carta en algo triste, y digo transformemos porque vos estás acá conmigo pero no importa, igual te la escribo, mi amor, a la luz de la luna en esta noche estrellada. Esta carta debe ser alegre, porque pensar en ti es siempre alegre incluso si te pienso en otros brazos o en ningunos, o en los míos que siempre van a estar abiertos para cuando vuelvas.
Me pregunto cómo puede ser alegre esta carta si tengo tanta pena dentro, y es que te extraño tanto, aunque siempre discutíamos yo te extraño, aunque teníamos nuestras diferencias todo se puede solucionar, pero tal vez mi solución no haya sido la mejor. No se si me arrepiento; el único pensamiento que tengo es que te quiero a pesar de todo, aunque te odie tanto te quiero porque me complementas, porque sos mi yo en el espejo, totalmente al revés. Recién ahora entiendo, me haces falta vos completa, todo tu ser, y no únicamente esa parte tuya que siempre te forcé a ser, esa parte que convivía conmigo en armonía y que en realidad era la menos importante pero qué tarde, ahora con toda mi angustia sé lo tarde que mi di cuenta de todo esto.
Y hablando de tarde, qué tarde se hizo, mi amor, y qué frío que hace en esta roca, esas ideas locas que tenés vos de irse lo más lejos posible y desconectarse de todo. Y yo te envidio, aunque siempre pensaste que vos eras la que me tenías que envidiar a mi, es al revés, porque vos sos un árbol sano que hunde sus raíces en la tierra fértil y se alimenta de esa fertilidad cultural. Toda tu vida me envidiaste por estar siempre en la superficie, siempre listo para desconectarse en cualquier momento sin compromisos, pero cómo nunca te diste cuenta del valor que tiene pertenecer, porque estar listo para desconectarse es no haberse conectado nunca y no hundir las raíces en la cultura es no alimentarse y un árbol que no se alimenta muere, mi amor, muere por dentro aunque la corteza que vos tanto envidias siga intacta.
Tal vez te cueste un poco leer esto último, mi amor, porque unas lágrimas me han ido cayendo silenciosas y borronearon un poco la tinta, aunque tal vez no la leas y es en vano decírtelo o incluso escribirte, pero es que no se qué pensar, qué sentir, las tentaciones y los hechos se cruzan y me confunden bastante; al igual que hace un rato, antes de empezar la carta, mientras todavía estabas conmigo. Y es que todas las confusiones de nuestra relación se unieron en ese momento, porque vos estabas mirando hacia el vacío negro, y aunque eras vos la que estabas al lado del precipicio, como siempre sentí el vértigo en el estómago: ese vértigo que no es más que tentación, porque uno está tan cerca de hacer todas esas cosas que no hay que hacer, cosas en las que siempre estuvieron los padres o las leyes o quien sea para decirte que NO, pero que tientan tanto, están tan al alcance de la mano, que se me eriza la piel de la nuca y me crece el vértigo en el estómago. Ese vértigo de saber que uno está tan cerca de caer, pero no en un precipicio sino caer en la tentación de hacer lo que nos enseñaron a no hacer, ese vértigo de saber que yo te odiaba y vos estabas tan cerca del vacío ahí parada, tu cuerpo contrastando contra la luna y la irrefrenable tentación de estar a un paso de liberarme de todo mi odio.
Y la verdad es que no importa el final, mi amor, no importa si te fuiste o no porque ahora el que me voy soy yo, porque una carta como esta la puede escribir sólo alguien que ha desistido, y no es que este muriendo, es sólo que ya no me queda nada por lo que vivir; esta vida cancerígena ha alcanzado a la corteza y acabado con este arbol viejo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

por casualidad prendi hoy el computador y al abrir el internet se abrio la pagina de tus escritos. Lei esto y ahora que te conozco mas, tengo millones de razones para amarte desde lo mas profundo de mi ser en mi surrealidad perfecta donde solo tu y yo existimos...